8 Junio 2015 - 7:30pm
Turismo

Diablos Danzantes de Venezuela: Mezcla ancestral de cultura, fe y espléndidos paisajes

Son las 11 cofradías que albergan en su espacio una de las tradiciones más representativas de la cultura y la fe en Venezuela: los Diablos Danzantes del Corpus Christi

Yare, Naiguatá, Patanemo, San Millán, Tinaquillo, Cuyagua, Cata, Turiamo, Ocumare de la Costa, Chuao y San Rafael de Orituco, son las 11 cofradías que albergan en su espacio una de las tradiciones más representativas de la cultura y la fe en Venezuela: los Diablos Danzantes del Corpus Christi. Con sus respectivas semejanzas y diferencias, estas poblaciones honraron, el pasado 4 de junio, la eterna lucha entre el bien y el mal.

En un ambiente cargado de mucha energía, de múltiples colores y de una infinita devoción, los hombres y mujeres de estas poblaciones en los estados Miranda, Guárico, Aragua, Cojedes, Vargas y Carabobo, desde el día anterior a la manifestación hasta el amanecer, se reúnen para escenificar en el noveno jueves posterior al Jueves Santo, el enfrentamiento donde el bien saldrá, como siempre, victorioso.

Y es que, desde el año 1582 y como parte de la fusión cultural de nuestras raíces indígenas con las creencias africanas y europeas, quienes participan de la tradición danzan portando coloridos trajes, en los que el rojo predomina, y acompañados de varios elementos, ante el Santísimo Sacramento del Altar. Es la lucha divina y encarnizada del bien contra los espíritus malignos.

Bien entrado el mediodía, frente a los altares de las iglesias, y ante la algarabía colectiva, el mal va retrocediendo, el bien va ganando paso y triunfa ante la mirada atónita de miles de creyentes y visitantes.

Precisamente, debido a lo llamativa de la festividad, son cientos de turistas quienes deciden visitar la populosa población de Yare en el estado Miranda, las exóticas costas de Naiguatá o el caluroso y vibrante llano de San Rafael de Orituco. La devoción cristiana, junto con los más hermosos paisajes de Venezuela, se conjugan para ofrecer al turista el disfrute de la tradición más chévere.

Una celebración por todo lo alto

Desde meses anteriores a la celebración los motores se van calentando. Mujeres y hombres comienzan con la ardua tarea de elaborar los trajes que serán utilizados el gran día del esperado encuentro. Junto a la fe, se van dando forma a las maracas, los tambores, las cruces, los látigos y los cencerros que acompañarán a cada diablo el día del enfrentamiento.

Las poblaciones también se organizan para el gran día. Se decoran las fachadas y se colocan los altares, se encienden las velas y la iglesia principal de la localidad se prepara para recibir a los protagonistas, quienes frenéticos llevarán a cabo el encuentro esperado. Los minutos avanzan y los niños, jóvenes, mujeres y hombres poseídos, anuncian que la hora ha llegado.

Lo que sigue es la mayor muestra de fe por el altísimo. Las maracas comienzan su son y los cuerpos se estremecen de punta a punta. La música de fondo realza la tierra africana, tan distante y cercana a la vez, dando paso a sonrisas, a lágrimas y a la atención frente al sacramento del altar. Al retroceder los diablos, significa que la lucha ha llegado al fin. Todos se enteran, como cada año, que una vez más triunfó el bien.

Se generan los abrazos y la alegría es colectiva. Los hombres y mujeres, niños y ancianos, ataviados de rojo intenso se comprometen a regresar dentro de 365 días para reivindicar una tradición, que no sólo enorgullece dentro del territorio, sino también al mundo entero, desde que el 6 de diciembre de 2012 se reconoció como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).